LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICA DURANTE LA PANDEMIA (Tarea 4.1. Periodismo científico)
Hay amplio consenso en considerar la comunicación científica una tarea
compleja y que entraña no sólo el diseño de estrategias específicas para
garantizar un eficaz proceso comunicativo, sino también la toma de decisiones
no exentas de riesgo por las consecuencias sociales que pueda implicar el haber
cometido un error periodístico, principalmente en ámbitos directamente relacionados
con la salud pública.
Estos desafíos alcanzan una mayor dimensión en un contexto de pandemia como el provocado por la descontrolada transmisión humana del Sars-Cov-2, pues confluyeron numerosos factores que, sin duda, dificultaron en gran medida el trabajo informativo.
Para empezar, se trata de una pandemia que, por su enorme magnitud,
constituye un fenómeno novedoso en la historia reciente. Esto implica la
ausencia de precedentes que puedan servir como referentes válidos a la hora de
abordar la crisis no sólo desde el punto de vista comunicativo sino de todas y
cada una de las esferas de nuestra sociedad. Por ejemplo, pudimos ver como las propias instancias gubernamentales
vacilaban en la aplicación de determinadas medidas.
Paralelamente, se trata de una situación producida por un virus en gran medida desconocido, lo que supuso el acudir inmediatamente a la comunidad científica para la urgente obtención de respuestas y soluciones, alcanzando ésta un protagonismo mediático inusual. Sin embargo, se reveló algo que no siempre es fácil de encajar: la ciencia ni es inmediata ni ofrece certezas permanentes. Es decir, la ciencia raras veces está exenta de incertidumbre y menos aún, ante un fenómeno novedoso. Esta condición plantea un desafío a la comunicación científica, pues ante un auditorio tan amplio como deseoso de respuestas, ofrecer incertezas e informaciones con rápida fecha de caducidad no parece contentar a nadie.
Por otro lado, la comunidad científica mundial se volcó a investigar sobre el coronavirus, produciendo una cantidad ingente de publicaciones cuyo valor informativo no siempre es fácil de valorar, y más aún, ante la situación de urgencia impuesta por el contexto.
A esta presión, hay que sumar la falta de información por parte de las instituciones, que no ofrecían datos oficiales de la evolución de los contagios, o incluso las propias amenazas a la libertad de prensa. En el caso de España, fue muy polémico el “filtrado” a las preguntas de los y las periodistas durante o, previamente, a las ruedas de prensa del gobierno y, posteriormente, rectificado.
Otro factor ineludible en cualquier análisis del flujo informativo en la pandemia, es la viralización de las “fake news” o la “infodemia”. En el artículo “Muerte al mensajero”, Elena Lázaro decía: Sí, en los tiempos de las redes sociales y los bots, las crisis se comunican mejor cuanto mejor se manejen aspectos tan básicos como la empatía, la escucha y, sobre todo, la honestidad.
Para finalizar, estamos hablando de una pandemia cuya dimensión e impacto fue y aún es difícil de medir, pero de ningún modo podemos tratar como un fenómeno pasado. Por ello, resulta una tarea compleja el hacer un análisis objetivo y desapasionado de una crisis aún vigente y que aún pesa tanto sobre nuestras vidas. No debemos olvidar que la comunicación la hacen personas con sus miedos, su agotamiento, sus dudas y con unas condiciones laborales cada vez más precarizadas, lo que al fin y al cabo supone otra gran dificultad en un contexto tan duro como el que vivimos.
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