TAREA 3. EPISTEMOLOGÍA Y CULTURA CIENTÍFICA
Con la actividad que nos ocupa, analizaremos el artículo “El significado de la causalidad genética” de Elliot Sober, incluido como apéndice en la obra colectiva “Genética y justicia” (Buchanan, Brock, Daniels & Wikler, 2003).
El artículo de Sober está particularmente centrado en desentrañar las complejas interacciones existentes entre los genes y el entorno. Para ello, se sirve de numerosos ejemplos donde, con un lenguaje simplificado y accesible a lectores/as no instruidos en genética, demuestra lo difícil que resulta determinar el peso respectivo de la secuencia genómica y factores ambientales en la expresión de un concreto fenotipo.
Sin embargo, el autor no presenta una mera descripción de dichos mecanismos, sino que ofrece su argumentario no exento de interrogantes éticos e implicaciones sociales. Así, por ejemplo, no elude tratar temas que podríamos considerar más “incómodos” o, sin duda, controvertidos, como los estudios que defendieron la relación de determinados genes con la homosexualidad masculina, aquellos que trataron de establecer una relación causal entre ser blanco o negro y el CI o la propia cualificación de “fenotipo normal, peor o mejor” y sus implicaciones morales.
Dada la extensión y minuciosidad del artículo de Sober, cabría preguntarse cuál es la razón por la que, en un libro de carácter filosófico, se describen mecanismos elementales en la Biología como la primera ley de Mendel o la segregación cromosómica en la formación de las células sexuales; o por qué se ejemplifica con plantaciones de herbáceas o gramíneas en una obra que trata de dar respuesta a problemas surgidos en la especie humana. ¿Es realmente necesario tan dilatado número de ejemplos y una presentación tan pormenorizada para poder tomar postura en los dilemas planteados?
El detallado análisis del lenguaje causal que Sober realiza, no sólo es oportuno sino necesario pues formula una serie de interrogantes que le permiten exponer gradualmente el modo en que se construye el conocimiento científico de cuya aplicación práctica, derivan los dilemas éticos que la obra trata. Así, donde pueda parecer que el autor se excede en su argumentario, está en realidad clarificando y centrando el debate, impidiendo desviaciones derivadas de una incorrecta interpretación del conocimiento o una visión sesgada.
Tal vez, y sólo tal vez, el autor sea consciente de que algunos de los dilemas éticos que se han planteado a la sociedad a raíz de los significativos avances en biología molecular y, especialmente, en el conocimiento y edición de los genes humanos, llegan a ser invalidados si realmente nos formulamos las preguntas de forma correcta. Y, por supuesto, muchos otros se hacen todavía más complejos.
¿Es la manipulación genética suficiente para cambiar el fenotipo? O, por el contrario, ¿bastaría con hacer modificaciones en el entorno del individuo? ¿Podemos saber cuánto peso tiene cada una de las variables?
Estos interrogantes que el filósofo plantea, de algún modo, comprometen la polémica construida alrededor de la edición genética humana. Si damos por hecho que, modificando la secuencia nucleotídica de un gen, podremos controlar completamente su expresión fenotípica, entonces estamos vulnerando la decisiva influencia del entorno en dicha expresión. Y, si no lo hacemos, entonces estamos aceptando que los genes no son decisivos y, por lo tanto, el debate sobre las implicaciones éticas de la modificación genética humana cambia y, de hecho, cambia también la forma de entender o abordar la propia aplicación técnica.
Antes de predecir un escenario de mejora genética humana o de demandar a las administraciones públicas una legislación que la regule o que prevenga sus riesgos, ¿no cabría antes preguntarse que entendemos por mejora genética? ¿cuáles son sus verdaderas aplicaciones? Y, no menos importante, ¿cuáles son sus limitaciones?
En conclusión, cualquier debate que analice las implicaciones sociales y éticas de la aplicación de un determinado conocimiento científico, pasa, en primera instancia, por clarificar en detalle cómo se ha construido dicho conocimiento, qué luz nos ofrece y sobre qué, pues es posible que una incorrecta interpretación del mismo nos lleve, en el mejor de los casos, a polémicas estériles; en el peor, a deformaciones que agranden la brecha entre quienes producen conocimiento científico y el resto de la sociedad.
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